domingo, 8 de mayo de 2011

Un simple gato

Azul siempre ha querido tener un gato.
Ahora que lo piensa, desde pequeña ha querido uno, no le importa si blanco, negro, pardo, de colores, o si grande, pequeño, un gato, sin más, tampoco le importa el nombre, solo un gato.
Un animalito que la esperase al llegar de clase o de la calle, que ronronease a sus pies y maullase, le daría de comer, y a veces, se tumbaría con él a ver la televisión, tenerlo en el regazo mientras escribe o lee, un gato, sin más.

Esta tarde pasaba por la calle, hacía frío y allí estaba, con unos afilados ojos y un ronco maullido, no paraba de lloriquear, era pequeño, pardo, se acercó a él y se dejo acariciar, viendo que le siguió hasta el portal de su casa lo dejó entrar, ya no era un gato corriente.

A la mañana siguiente vio al gatito muerto de frío en la alfombra, y lo metió entre sus sabanas, así con un ligero ronroneo se quedo dormido, durmieron hasta la media mañana, que se despertó con una de sus patitas en la nariz, se levantó y puso para el gato leche, y para ella, café, el gato se subió en la encimera, parecía embriagarle el aroma del café, definitivamente, ya no era el mismo gato que se había encontrado.
Esa misma noche mientras Azul miraba la tele, echó un vistazo a (su) gato, allí estaba, medio dormido, y fue entonces cuando se puse a pensar y le asaltó la duda: ¿Qué hará el día que muera? Un frío le recorrió la nuca, no supo contestar que pasaría cuando (su) gato se muriese....

Va a llegar el día en que él y ella se separen (ya no hablo de su gato) ¿Tiene que renunciar por ello a él?...

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