"El mundo está cambiando, la música está cambiando, las drogas están cambiando, el cine está cambiando... Dentro de unos años no habrá ni tíos ni tías, sólo gilipollas."
Pero Azul no pierde la esperanza...
"El mundo está cambiando, la música está cambiando, las drogas están cambiando, el cine está cambiando... Dentro de unos años no habrá ni tíos ni tías, sólo gilipollas."
Pero Azul no pierde la esperanza...
Hoy, Azul se dispuso a ordenar el armario, es bastante despreocupada a la hora de mantener el orden, tal vez porque, al verse obligada a ordenarlo, esto le permite hacer un recuento y poder contemplar la ropa que tanto le gusta ponerse, dos camisas, chaquetas, faldas, pantalones estampados y de cuero, todo un amalgama que cuando las lleva puestas estampa su personalidad, pero tal vez lo que más llame la atención sea su ropa interior, los calcetines desemparejados, cada uno de un color, y varios exquisitos conjuntos que dejan ver transparencias allá donde son puestos.
Fue entonces cuando a Azul se le vino a la mente un libro que leyó hace mucho tiempo, tanto que ni su nombre recuerda, tan solo a uno de los personajes, la amiga de la protagonista, la cual en un capitulo hablaba sobre como en su armario abundaba fina lencería llena de encajes y diversos estampados, perfectamente ordenados y en conjunto, sin embargo, no los usaba para "exhibirlos" a nadie, solo por el mero hecho de tener ropa interior bonita, y fue cuando, y solamente entonces cuando Azul pensó que quería ser como esa chica.
Azul volvió a recordar aquel deseo de antaño, y un escalofrío le recorrió la espalda.
Azul siempre ha querido tener un gato.
Ahora que lo piensa, desde pequeña ha querido uno, no le importa si blanco, negro, pardo, de colores, o si grande, pequeño, un gato, sin más, tampoco le importa el nombre, solo un gato.
Un animalito que la esperase al llegar de clase o de la calle, que ronronease a sus pies y maullase, le daría de comer, y a veces, se tumbaría con él a ver la televisión, tenerlo en el regazo mientras escribe o lee, un gato, sin más.
Esta tarde pasaba por la calle, hacía frío y allí estaba, con unos afilados ojos y un ronco maullido, no paraba de lloriquear, era pequeño, pardo, se acercó a él y se dejo acariciar, viendo que le siguió hasta el portal de su casa lo dejó entrar, ya no era un gato corriente.
A la mañana siguiente vio al gatito muerto de frío en la alfombra, y lo metió entre sus sabanas, así con un ligero ronroneo se quedo dormido, durmieron hasta la media mañana, que se despertó con una de sus patitas en la nariz, se levantó y puso para el gato leche, y para ella, café, el gato se subió en la encimera, parecía embriagarle el aroma del café, definitivamente, ya no era el mismo gato que se había encontrado.
Esa misma noche mientras Azul miraba la tele, echó un vistazo a (su) gato, allí estaba, medio dormido, y fue entonces cuando se puse a pensar y le asaltó la duda: ¿Qué hará el día que muera? Un frío le recorrió la nuca, no supo contestar que pasaría cuando (su) gato se muriese....
Va a llegar el día en que él y ella se separen (ya no hablo de su gato) ¿Tiene que renunciar por ello a él?...
Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos ni hasta diez
sino contar conmigo.
Si algunas veces
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar
conmigo.
Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.
Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.
No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
Mario Benedetti.